Eso, la canción ‘Cumpleaños feliz', es lo que escucha Carlos Briseño desde su casa. Cumple 75 años; vive en el mismo edificio donde IB3 Ràdio, la emisora autonómica, tiene sus estudios y –después de uno de los informativos– el periodista Rafel Gallego hace una seña con la mano y suena esa canción. Lo explica a sus oyentes: la familia de Carlos llamó hace unos días para decir que era su cumpleaños. Más tarde, bajará el homenajeado y recibirá una tarta en mano.
También es día de reparto la fundación Patronato Obrero San José, una entidad social que, desde 1907, se ocupa de las personas más vulnerables. Ahí no se reparten tartas de cumpleaños sino comida para la semana. Según Catalina Serra –que preside la organización después de un breve paso por la política que prefiere olvidar– se tiene que distribuir comida para 70 personas. Previamente se les ha indicado una hora para evitar aglomeraciones y colas. En estos momentos, esperan media docena en la calle.
Es argentino, se llama Franco (¿Franco de nombre? Sí, Franco de nombre, responde) y llega su turno. La voluntaria que le atiende llena su bolsa de alimentos básicos y le pregunta si tiene hijos pequeños. Él responde que sí y le añade natillas y ‘potitos'. Es electricista y participa en uno de los cursillos que ofrece el patronato.
«Quienes vienen aquí participaban en estos cursillos pero estos días también damos comida a otras personas», aclara Catalina Serra que, también, pone interés en detallar que allí se facilita ropa y que se lleva un proyecto financiado por la fundación social de La Caixa para acercar internet a las familias.
Adiós a la barra
El bar s'Alcover, en la calle Joan Alcover, tiene su puerta entreabierta. Ni su propietaria, Rocío Sánchez, ni la otra persona que le acompaña, tiene todavía muy claro cómo se organizará la ‘nueva normalidad' que empezará a arrancar la semana próxima. De momento, un aviso para quienes aman los bares: se acabó la barra. Al menos, por el momento. Eso sí que lo tiene claro la propietaria del local: que la gente no podrá tomarse su café, su bollo, su cerveza o su menú del día apoyada en la barra.
El bar s'Alcover cerró en las primeras semanas del estado de alarma y, tras las dudas, abrió para servir comida a domicilio. Es algo que siempre ha estado permitido aunque primero se generaron muchas dudas. De hecho, en su comparecencia del otro día, el presidente del Gobierno anunció como gran novedad que se podrían pedir «paellas» teléfono.
El plato del día no es paella. «Hoy tenemos caracoles, repartiremos 20 raciones», cuenta Rocío que se tomará el fin de semana para aclarar todo el manual sobre las fases de la desescalada.
Javier, de una empresa privada de correos, también tiene algo que entregar en un piso de la calle Foners. Es un televisor de pantalla plana y muchas pulgadas. Llama al timbre y como no responden, marca un número de teléfono. Volverá dos horas después ya que la señora que le responde explica que ha tenido que salir a un tratamiento de quimio.
Ambulancias del 061, «de una subcontrata» –precisa uno de los chóferes, José Antonio– llevan y traen personas que tienen que someterse a diálisis en un centro de la calle Josep Rover Mota.
Despierta el barrio de Nou Llevant y continúa el camino a la normalidad. La nueva.
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