Carpeta sobre una silla en la sala de la reunión. | Emilio Queirolo

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Lo de Ciudadanos casi parecía un congreso –o una convención, en este caso– de un partido ganador o del momento. Una de esas reuniones en las que se reparten pulseritas, carpetas, bolígrafos, insignias y libretas; de color naranja, claro (su color corporativo) aunque añadiendo, a la mínima posible, el calificativo con el que busca ser definido: liberal. La convención arrancó muy puntual; fue el castellano su lengua vehicular y las primeras bromitas se refirieron a la búsqueda de Narnia o (como expresó Fernando Giner, edil valenciano) «lugares inexistentes», como los Països Catalans.

Estas convenciones y actos de autoafirmación (aunque la coordinadora Patricia Guasp dijera que «no hemos venido a mirarnos el ombligo») también están pensadas para las redes sociales aunque conserven elementos de la era analógica, como bolígrafos y carpetas. De ahí que la conductora del acto que daba paso a las intervenciones insistiera una y otra vez en que no había que olvidarse de incluir «el hashtag Balearesliberal» en los comentarios lanzados desde los móviles. Ojo a Eva Pomar, edil de Palma y organizadora de la convención, que parece tener muchas tablas sobre un escenario. Sabe buscar complicidades y se las arregla para adaptar frases clásicas.

Así, «no os preguntéis qué hace el partido por vosotros, sino que hacéis vosotros por el partido». Lo oyó José Ramón Bauzá pero no Marc Pérez-Ribas, que no estuvo en la sesión matinal. Ciudadanos seguirá buscando hoy su efecto naranja liberal. La convención discurre cerca de donde UCD, partido en que se mira, ofició en 1981 un congreso de casi liquidación.