Turistas y residentes en la calle Sant Miquel de Palma. | Jaume Morey

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El crecimiento experimentado por la economía de Balears en las últimas dos décadas no ha ido acompasado con un incremento del bienestar de sus ciudadanos. Las Islas han perdido fuelle en comparación con sus vecinos españoles y continentales y han acabado por despeñarse en el ranking europeo de renta per cápita: ha pasado de ocupar la posición 46 en 2001 a la 148 en 2021 (de un total de 233), después de un paulatino proceso de retroceso agudizado y rematado por los dos años de pandemia.

Así, en 2001 Balears mantenía una renta per cápita -ajustada por la paridad del poder de compra- un 23 % por encima de la media europea. En 2019, un año antes de la crisis sanitaria, ese diferencial ya era negativo: se situaba un 26 % por debajo de la media, lo que relegó a las Islas al puesto 95 de la tabla.

En ese lapso, las Islas fueron una de las regiones europeas más empobrecidas, solo por encima de regiones griegas como las Islas Jónicas y Creta o las italianas Molise y Umbría. Los estragos causados por la COVID-19 acabaron por dar la puntilla y confirmaron al Archipiélago como la región con más posiciones perdidas entre 2019 y 2021.

«El debate sigue centrado en si la economía crece mucho o poco cuando el problema reside en las dificultades en traducir ese crecimiento en bienestar », señala el director de Impulsa Balears, Antoni Riera, al interpretar unos datos de la propia fundación alineados con las de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat). «Hay que entender que no es un problema de crecimiento económico, porque durante esto años la economía balear ha seguido creciendo por encima de las medias española y europea». El problema es que el crecimiento no se ha traducido en más bienestar social.

Empobrecimiento

La renta per cápita se ha ido erosionando en comparación con el resto de regiones; mientras que la mayor parte ha mejorado la capacidad adquisitiva de sus ciudadanos, el incremento productivo de Balears no ha tenido el mismo efecto. «Claramente nos hemos empobrecido», lamenta Riera para indicar que la identidad entre crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y renta per cápita se rompió en 1998; desde entonces la riqueza de los baleares no ha ido de la mano del crecimiento macroeconómico, por lo que el bienestar social, como consecuencia, se ha resentido severamente. «Esa ruptura se puede producir de manera coyuntural durante un año, pero cuando pasan 20 años lo que tienes es un problema estructural».

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A juicio de Riera, la fórmula no pasa por seguir incrementando el arsenal productivo, sino en optimizar el existente y revertirlo en un reparto más equilibrado. Y de ello debe extraerse no solo una mejora del poder adquisitivo de los ciudadanos, sino de otros aspectos clave como calidad institucional, nivel educativo, capacidad tecnológica, sofisticación empresarial, potencial innovador o eficiencia del mercado de trabajo.

«No se trata de aumentar la dotación en infraestructuras, equipamientos o hoteles; no hemos de incrementar lo que ya tenemos, sino aprovecharlo mejor. Hay maneras más inteligentes de crecer», sentencia. A día de hoy, las Islas se sitúan entre las regiones de Eslovenia Oriental y Lodz (Polonia), muy lejos de la cabeza de la lista, con Estocolmo (Suecia), Flevolan/Holanda Septentrional y Utrecht (Países Bajos) o Alta Baviera (Alemania). La comparativa con el resto de comunidades autónomas también es negativa, ya que el Archipiélago solo supera a La Rioja, Castilla La-Mancha, Murcia y Extremadura, además de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.

«La mayoría ha mantenido o mejorado su capacidad adquisitiva y nos ha comido terreno», señala Riera para advertir de que la tendencia al empobrecimiento continuará en los próximos años si no se rema en el rumbo correcto y se detiene esta «inercia viciosa». El impacto de la pandemia, afirma, «no debe ser una excusa, sino un acicate para tomar decisiones valientes y abrir una nueva etapa de desarrollo».

El CES confirma el crecimiento de las desigualdades

Los diagnósticos sobre el crecimiento económico de las Islas y su relación con el bienestar social y la competitividad global que realiza la Fundación Impulsa Balears son muy parejos a los del último estudio del Consejo Económico y Social (CES). La memoria de 2021 sitúa a las Islas como la región española con la mayor caída del PIB per cápita desde el año 2000, periodo en el que pasó del segundo al décimo puesto en el índice de riqueza autonómico.

El presidente del CES, Rafel Ballester, recalca la necesidad de «modelar mejor el reparto de la riqueza», a tenor de unos datos que revelan un progresivo aumento de la pobreza y las desigualdades sociales en paralelo al incremento poblacional, el empleo y los flujos de turistas.

Por su parte, la jefa de Estudios del CES, Anna Grau, destaca problemas como el acceso a la vivienda o el envejecimiento poblacional como retos inmediatos y que la tendencia a la desigualdad refleja, a su juicio, la «ineficiencia» del modelo económico de las Islas, algo evidenciado por el hecho de que una quinta parte de la población es pobre y un 9 % padece pobreza extrema, según recoge la propia memoria de la institución.