Gabriel Moragues, presidente de Taxis-PIMEM | Miquel Àngel Cañellas

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El gremio de taxis está viviendo una temporada turística de plena actividad mientras se están aplicando medidas para mitigar los problemas del servicio, especialmente en Palma. El presidente de Taxis-PIMEM, Gabriel Moragues, hace balance del primer mes del convenio entre Palma y Calvià y analiza los vaivenes del sector.

¿Cuál es el balance de los primeros veinticinco del convenio que permite el servicio entre Palma y Calvià? ¿Se sigue notando la tensión en el gremio?
—Se ha tranquilizado respecto a los primeros quince días. Había varios videos circulando. En concreto había un grupo de taxistas de Calvià que grababa a los de Palma cargando clientes. A uno de Ciutat le rompieron el retrovisor. Se ha producido algún encontronazo verbal pero ahora mismo la situación se ha tranquilizado. La verdad es que se han visto algunos abusos.

¿Esta medida impulsada por ambos consistorios ha tenido efectos en la mejora del servicio? ¿Este sistema permite beneficiarse mutuamente los taxistas de Palma y Calvià?
—El hecho de que ya hayamos sacado parte de los 1.200 taxis que hay en Palma, aunque solo hagan un servicio cada uno, ayuda a los compañeros de Calvià. Y lo mismo pasa con ellos, que han echado un cable cuando hacía falta en Ciutat con la llegada de los cruceros. De hecho, el día de la DANA, muchas personas se quedaron tiradas en el aeropuerto porque se habían cancelado todos los vuelos y los taxistas de Calvià ayudaban cargando clientes durante dos días.

Usted habla de una colaboración entre profesionales que mejora el servicio y alivia la carga incluso cuando hay un exceso de trabajo. ¿Por qué entonces han surgido algunos roces entre ambos municipios y hay reticencias?
—El gremio es muy conservador, le cuesta asumir los cambios. Además, hay gente que actúa de espaldas al servicio. Los conductores asalariados prefieren que los ayuntamientos den más licencias porque ellos tendrán preferencia para optar a ellas. Y es que prefieren que haya mas licencias aunque ganemos menos dinero entre todos con tal de obtenerlas. Y esta pretensión es perjudicial para los que ya estamos.

¿Cuánto cuesta ahora mismo una licencia?
—Está en unos 200.000 euros pero estamos sufriendo las consecuencias de llevar dos o tres años sin revisar las tarifas. La mayoría de provincias tienen los precios más altos. Y aquí tenemos unos costes muy elevados, con combustibles que cuentan diez céntimos más el litro, coches más caros. Y encima tenemos la competencia desleal de la plataforma Uber, que no respeta la media hora de precontratación y carga donde le da la gana.

¿Cuál es la causa de que haya problemas con el servicio en temporada alta?
—Los atascos nos restan competitivdad. Respecto a hace cinco años damos servicio a un 40 por ciento menos de clientes. Si antes en una hora podías atender a tres personas, ahora solo puedes servir a dos.

Desde luego hay zonas de la Part Forana que sí son un atasco continuo. ¿Esto ha repercutido en su servicio?
—La carretera de Andratx es un desastre. Puedes tardar hora y media en llegar a Calvià una mañana. Y el acceso al aeropuerto desde El Arenal es una vergüenza. Se pierde mucho tiempo. Hemos calculado que en el tramo que va del aeropuerto a la autopista podíamos llegar a tener hasta cien vehículos inmovilizados por el tránsito. Si antes tardabas veinticinco minutos, ahora necesitas al menos cincuenta. Eso reduce la calidad y la eficiencia, provoca muchas quejas. Pero es que el transporte público colectivo no cubre todo.

¿Las carencias del transporte público colectivo redundan en el servicio del taxi?
—Hay un incremento de la demanda y no son nuestros clientes potenciales. Pero los autobuses no recogen a la gente, las paradas están llenas. Y después vienen los cruceros y no hay un refuerzo de buses para atenderles. Al final esa sobrecarga recae en nosotros, por lo que desvestimos un santo para vestir a otro. Es muy preocupante porque no se toman medidas.

¿Son caros los taxis de la Isla?
—La verdad es que algunos turistas se echan a reír cuando les decimos nuestras tarifas. Son tercermundistas. Hay más rentabilidad en Platja de Palma, donde la tarifa es más alta, en el aeropuerto, por lo que son más rentables. El tener una tarifa que no es adecuada en el centro de Palma hace que no valga la pena trabajar en la ciudad, deja mucho que desear. En Ciutat se ganan 20 euros la hora y en el aeropuerto 30.

Pero estas tarifas no son las de algunas plataformas de transporte.
—En la final de la Eurocopa Uber ofrecía trayectos por 83 euros cuando un taxi cobra 20. Y además, cargan donde quieren. Mientras tanto, nosotros llevamos tres años sin subir tarifas.

¿Por qué no se toman medidas drásticas, entonces?
—Al político le viene muy bien que haya tantas críticas al sector del taxi, cuando el principal culpable es el transporte colectivo por sus carencias. Mientras recibimos nosotros, no reciben los políticos. No puede ser que no haya refuerzos de autobuses cuando hay un concierto o un crucero con 4.000 personas. Sentimos muchísima impotencia porque no se resuelve nada.