María Soledad y su marido Juan Ramón González. | Pilar Pellicer

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Para llegar a El Hoyo hay que entrar por el Secar de la Real y bajar la pendiente del estrecho Camí de na Verda. Como su nombre indica, está en una hondonada y desde lo alto se observan los tejados irregulares de uralita y planchas sujetos con bloques de hormigón para que no salgan volando, aunque también hay tejados de teja árabe. Un asentamiento que vive en la ilegalidad y que acoge hasta a un millar de personas.

Ahora, los residentes de El Hoyo han mostrado su hartazgo y advierten que acudirán a los tribunales para denunciar al Ajuntament de Palma. El motivo es la retirada de los contenedores de basura y el alumbrado público. Los residentes denuncian que los contenedores de Emaya, que se trasladaron hace unos meses, antes del cambio de gobierno, les obliga a llevar las bolsas de basura en el coche para descargarlas al Secar de la Real.

No solo eso. Ante la falta de alumbrado en sus calles, han optado por comprar lámparas que se alimentan con luz solar y que han instalado ellos mismos en la calle. Los antiguos postes yacen inertes y oscuras, no cumplen ninguna función salvo sostener centenares de cables que se enredan. «Esto es inhumano. Nos tratan como animales», señala Manuel Alameda, más conocido como Mangote. Está indignado y señala la entrada de El Hoyo, donde se encuentran los buzones de la barriada: en el suelo yacen las cartas y notificaciones. «Los carteros ni se molestan en meter las cartas en el buzón y nos dejan la correspondencia tirada».

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Mangote, junto a Pedro Salazar, vecino de El Hoyo.

Bajo el brazo, Mangote lleva un fajo de papeles del Consistorio donde se refleja que «estamos pagando cada vecino alrededor de 500 euros de tasa de resíduos urbanos. «¿En qué quedamos? ¿Es rústica o urbana?», se pregunta Mangote, que advierte que están al día de la contribución. El enfado es tan monumental que ya están iniciando los trámites para crear una asociación de vecinos. Lo cierto es que El Hoyo es una urbanización ilegal está cercada por el cauce del torrente de sa Riera y por el Camí de Na Verda por el otro.

Los primeros vecinos de El Hoyo llegaron en los años 70. De los primeros vecinos fueron María Soledad, que vive con su marido Juan Ramón González, que dice con orgullo que «somos gitanos canasteros». Este artesano trabaja el mimbre y «todas las fibras vegetales». Junto con su hermano son los responsables de fabricar todas las sombrillas que se colocan en las playas de la Isla en temporada alta. De hecho, de camino a El Hoyo bajaba un camión cargado con sombrillas recién salidas del taller.

La correspondencia está tirada por el suelo

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Rodríguez organiza una fiesta familiar en un huerto, ya que «vamos a celebrar la presentación a Dios de mi nieto Juan Ramón, que ya tiene un año». Sus tres hijos mayores son pastores evangélicos y advierte que «tenemos mala fama por las redadas, que luego quedan en nada, pero esto es un barrio tranquilo. Aquí la gente tiene abiertas las puertas de su casa».

Su huerto, alquilado, contaba hasta hace dos años con «toneladas de basura, era un vertedero». Ahora pastan tres asnos. Rodríguez afirma que «quiero hacer aquí un campo de fútbol para que vengan a jugar los niños de la barriada y quien sabe si hacer un equipo de fútbol». Mangote presume con orgullo que «han venido a fichar a chavales de aquí para el Hércules, del Atletic de Madrid y hay uno que está haciendo pruebas para el Barça».

Hasta esta misma semana había en Idealista un anuncio de una finca rústica de 100 metros cuadrados y dos habitaciones por 120.000 euros. En otro portal se vendía una vivienda bajo la advertencia de que «no está en regla». El Hoyo suma habitantes y se ha ido construyendo viviendas en los últimos años pese a que no cuentan con permisos ni licencias de obras. «¿A dónde va la gente, entonces?», justifica Mangote, que afirma que «si quiere algo el alcalde, que venga a vernos».

Por su parte, el regidor de urbanismo, Óscar Fidalgo, señaló que «el nuevo Plan General no da una solución a posibles urbanizables e incluso los restringe de 43 a 25». Si bien advierte que el Plan del 98 «establecía posibilidades para legalizarlas con la tramitación de un plan especial, con el actual Plan se olvidan de muchas de estas zonas y las deja como si no existieran». Fidalgo asegura que el Consistorio analizará la situación de estas urbanizaciones pero en el caso concreto de El Hoyo ya advierte que «es un asentamiento ilegal en terreno rústico afectado por el flujo preferente del cauce de sa Riera». Es decir, es una zona inundable.

El regidor dice que «es una irresponsabilidad mirar hacia otro lado. Si viene cualquier circunstancia climatológica adversa, puede tener consecuencias desastrosas». Además, la acción de «la gente que hace y deshace sin dar cuentas a nadie supone un agravio comparativo».