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Situada en el distrito centro de Palma, la Plaza Mayor ocupa el espacio que antiguamente era el convento de San Felipe Neri. La edificación de la primera ala del monumento comenzó en 1838, aunque la construcción del parking subterráneo y las galerías comerciales son más reciente. A pesar de ello, la rehabilitación de la Plaza Mayor es una cuenta pendiente del Ayuntamiento. «Vivimos limitados por las barreras arquitectónicas», explica la presidenta de la Associació de Veïns de la Plaça Major, Carme Vidal. Debido a las molestias con el parking, «algunos vecinos se han visto obligados a abandonar la plaza».

Desde hace 30 años, cuando constituyeron la asociación para reivindicar los derechos de los vecinos en la Plaza Mayor de Palma, llevan advirtiendo de los obstáculos físicos que se encuentran en su día a día. «Hemos estado mucho tiempo sin ascensor», se lamenta la vecina. Ahora que han logrado que el mantenimiento sea habitual, ya pueden acceder desde la Rambla. Aun así, se encuentran con la problemática de la planta comercial, que está abandonada y cuyas escaleras automáticas siguen fuera de servicio desde hace años.

«Antes teníamos un supermercado debajo de la plaza, pero con el fin de la concesión de Cort tuvieron que cerrar las galerías», explican desde la asociación de vecinos. Esto ha supuesto la pérdida de la comodidad de los vecinos, no solo de la Plaza Mayor, sino también de las barriadas colindantes. «Nos hace falta una superficie donde hacer todas nuestras compras», explica. Ahora, los residentes de la Plaza Mayor se ven obligados a desplazarse en su propio vehículo, lo cual supone más «complicaciones para llegar a casa».

En la finca, residen principalmente familias y personas mayores que necesitan acceder a su hogar sin barreras arquitectónicas. Pero el problema no solo afecta a los residentes, también es una circunstancia obstaculizadora para los que llegan desde el parking, la Rambla o el Paseo del Borne. «Yo diría que somos la única ciudad de cierta importancia que aún no ha resuelto este problema», subraya la presidenta de la asociación.

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«Realmente es una plaza pequeña, con tan solo 40 metros de ancho y 90 de largo; el ruido consigue colarse las casas», señala Carme Vidal. Afortunadamente, la actividad musical ha cesado. Sin embargo, la Plaza Mayor sigue siendo un lugar donde se acogen multitud de eventos. «Entendemos que de vez en cuando hay fiestas que se tienen que hacer en la plaza», explica la presidenta. Pero, últimamente, cada semana hay un evento. La vecina señala que se trata, en su mayoría, de fiestas comerciales que reúnen música y multitudes. «Y ya no es solo la molestia del ruido; además, cortan el tráfico sin avisar», añade. Vidal matiza que, a excepción de los eventos organizados por el Ayuntamiento, el resto no advierten a los vecinos.

«Como es un lugar por el que pasa tanta gente, no está muy limpio, sobre todo en esta época del año». La plaza es principalmente frecuentada por los cruceristas, que pueden llegar a convertirse en un gran obstáculo. «Sales de tu casa, y a determinadas horas, no puedes caminar», señala la presidenta de la agrupación. «Sí que es cierto que no molestan; es, más bien, la cantidad de personas lo que bloquea el paso», aclara. La vecina indica que algunos días puede llegar a parecer una fiesta popular; los visitantes no solo ocupan las aceras, sino que caminan por el centro de la calle Colón, lo que hace «imposible» circular en coche.

A esta problemática se suman los comercios en los bajos, que no ayudan a mantener una imagen de limpieza y uniformidad en la Plaza Mayor. «Donde fueres haz lo que vieres», apunta la presidenta de la asociación. Los vecinos denuncian la suciedad en el suelo que se genera por estos comercios y nadie se responsabiliza, especialmente en calle Rubí. Además, según la ordenanza municipal de la ocupación de la vía, no está permitido el mobiliario con publicidad comercial ajena, algo que no se cumple en todos los locales de la plaza.

«Nos gustaría que hubiera una homogeneidad entre las terrazas, como pasa en ciudades como París», opinan desde la comunidad de vecinos. Asimismo, a la hora de cierre, el mobiliario debe ser retirado de la vía pública, aunque en algunos casos no se da, «y por si fuera poco, lo sujetan en las columnas», deteriorando el espacio público. Aun así, desde la asociación se muestran optimistas ante el futuro. «Esperamos que el proyecto de reforma salga adelante. Ya que, últimamente sentimos que hay más voluntad por parte de las autoridades por mejorar nuestra situación como barrio», concluye la presidenta de la asociación.