Ya son varias las familias de la vila que han pedido que sus
restos reposen en el templo parroquial e incluso el propio párroco
no descarta hacer lo propio con sus restos o los de alguno de sus
familiares.
Los primeros entierros no se harán efectivos hasta dentro de dos
años, una vez que concluyan las obras de rehabilitación de la
iglesia. «Fue precisamente durante la ejecución de dichas obras
cuando surgió la idea de custodiar los restos», cuenta Feliu. «Al
levantar las baldosas ya esperábamos que hubiera un cementerio
debajo, sacamos a los difuntos y teníamos dos opciones o llevarlos
al cementerio o que permanecieran en la iglesia, algo más
razonable».
«Teníamos tres tumbas y pensamos que hoy que la Iglesia acepta
la incineración sería una buena opción incinerar aquellos restos y
depositarlos en una de estas tres tumbas, arreglar las tres fosas y
dar también la posibilidad a otros fieles de que sus cenizas sean
custodiadas por la iglesia de Santa Margalida», relata el párroco
de la localidad Guillem Feliu.
El párroco de Santa Margalida está redactando ahora un
reglamento que regule las condiciones en que se producirán dichos
entierros. «Todos los difuntos serán iguales, no habrá coronas,
mausoleos ni fotos, sí una plaquita familiar», señala el
párroco.
Guillem Feliu calcula que en la iglesia de Santa Margalida, una
vez finalicen las obras de rehabilitación que se están ejecutando,
habrá espacio para custodiar las cenizas de los fieles que mueran
«por lo menos en los próximos doscientos años», dice.
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