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CIUDAD DEL VATICANO. AFP. Encorvado, cansado, el Papa Juan Pablo II cumplió esta semana, con paso incierto pero voluntad de hierro, un viaje histórico a Grecia, Siria y Malta, imponiéndose en el panorama internacional como un mensajero de la paz en Medio Oriente y un pionero del difícil diálogo con ortodoxos y musulmanes. Durante su peregrinación de seis días, iniciada el 4 de mayo en Grecia, el Papa rompió el hielo con los ortodoxos, tendió un puente con el Islam en Siria, intercedió con firme convicción en el enfrentamiento entre árabes e israelíes, pidiendo que el conflicto transite por el cumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas y pasó a la historia como el primer pontífice que entró a una mezquita.

El primer Papa que visita Grecia desde el gran cisma del 1054, que llegó entre manifestaciones y protestas de los extremistas ortodoxos que se negaban a orar en forma común, pidió perdón a la Iglesia ortodoxa por todo el mal que los católicos le han causado. El abrazo entre el anciano pontífice, de casi 81 años de edad, con el jefe de la iglesia ortodoxa griega, monseñor Christodulos, y el «Padre Nuestro» rezado por los dos, resultan el símbolo de la reconciliación entre las dos religiones. Con el «perdón» por el saqueo de Constantinopla durante las Cruzadas en el 1204 el Papa abrió el camino soñado de llegar a Moscú, en Rusia, una visita deseada desde hace varios años, pero impedida por el patriarca de «todas las rusias» Alexis II, tradicionalmente contrario al acercamiento.

Pero fue la violencia en Medio Oriente el tema que ensombreció y a la vez dominó su visita a Siria, segunda etapa de su viaje «tras los pasos de San Pablo». Con un llamamiento a que se respeten las resoluciones de la ONU en Medio Oriente, la mayoría de las cuales condenan a Israel, el Papa terminó por condenar en forma velada una política de fuerza de ese país, suscitando críticas entre los representantes del gobierno de Ariel Sharon y aplausos del mundo árabe. «La posición del Vaticano es clara sobre el antisemitismo», comentó el portavoz del Papa, Joaquín Navarro Valls, al desmarcarse de la dureza del discurso sirio contra Israel.