El número de casos de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la
variante humana de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o
«mal de las vacas locas», se eleva ya a un centenar en el Reino
Unido. Según las cifras oficiales dadas a conocer ayer, en lo que
va de año se han detectado 16 casos confirmados o probables de la
enfermedad, mientras que en todo el año pasado se localizaron 28.
Los científicos británicos han advertido que el número de casos
podría alcanzar dimensiones mayores de lo calculado. Según el
profesor Roy Anderson, del Imperial College en Londres y miembro de
la Comisión Asesora sobre la Encefalopatía Espongiforme (CAEE), «el
último año ya tuvimos malas noticias y este año parece que va a ser
peor».
«Pasará un largo tiempo hasta que podamos tener una idea del
alcance de esta epidemia. La realidad es que el futuro es aún
incierto», explicó, que agregó que «de momento, todo lo que puedo
decir es que dudo que vaya a mejorar». Hasta el momento se
desconoce si la víctima número cien es un caso confirmado de muerte
a causa de esta enfermedad o un caso «probable». Por caso
«probable» se entiende el de una persona enferma que muestre
síntomas del mal o el de una víctima mortal de la que aún se
esperan los resultados de la autopsia.
El número de casos humanos sigue aumentando y la cantidad de
'vacas locas' superó el millar el año pasado. Aun así, el consumo
de carne de vacuno se ha estabilizado y las autoridades sanitarias
explican que comer carne es mas seguro que nunca porque pasa por
estrictos controles sanitarios antes de ser puesta a la venta al
público. Aunque de momento se da por hecho que la carne fue el
método de transmisión de esta enfermedad, los científicos siguen
estudiando la posibilidad de que el contagio se produzca también a
través de la leche.
Por otra parte, el Ministerio de Sanidad británico estudia las
advertencias de la CAEE acerca de la conveniencia de incinerar los
restos de los animales sacrificados a raíz de la crisis de la
fiebre aftosa. Según la CAEE, si se entierran los restos aumenta el
riesgo de que contaminen el agua potable con los agentes causantes
de la EEB. La Agencia Alimentaria Británica reconoció que sigue
realizando exámenes a distintas muestras de leche tomada de
animales de granjas cercanas a los lugares donde se incineraron
reses afectadas por la fiebre aftosa, ante el temor de que las
dioxinas liberadas por la quema puedan haber reentrado en la cadena
alimentaria.
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