«Sálvanos de las guerras y de los conflictos armados que
devastan regiones enteras del globo, de la plaga del terrorismo y
de tantas formas de violencias que torturan a personas débiles e
indefensas», agregó el Sumo Pontífice. «Sálvanos del desánimo para
emprender los caminos de la paz, ciertamente difíciles, pero
posibles y por tanto obligados. Caminos apremiantes, siempre y por
doquier, sobre todo en la Tierra donde tú naciste, príncipe de la
paz».
En la tradicional Misa del Gallo también rezó por la paz y
denunció un mundo convulsionado «por demasiada sangre, violencia y
conflictos». Durante las oraciones, ante unos 10.000 peregrinos de
todo el mundo reunidos en la Basílica de San Pedro, se invocó a la
necesidad de paz para los «países martirizados por la guerra y la
guerrilla».
Durante su homilía, retransmitida en directo a través de 80
canales de televisión de unos 50 países, el Papa deseó que el poder
del mensaje de amor procedente de Belén, la ciudad natal de
Jesucristo, «ilumine la noche del mundo» y «destruya los asaltos
orgullosos del maligno».
«Que el poder de tu mensaje de amor destruya los asaltos
orgullosos del maligno. Que el don de tu vida pueda hacernos
comprender aún más el precio de la vida de cada ser humano», afirmó
el Papa. «¡Demasiada sangre aún se derrama sobre la Tierra!
Demasiada violencia y conflictos convulsionan las relaciones
serenas entre las naciones», exclamó Juan Pablo II.
El Papa, de 83 años, apareció en relativa buena forma, aunque
muy encorvado, pronunciando las fórmulas litúrgicas y su homilía
con mucha dificultad. Vestido en colores blanco y oro, Juan Pablo
II llegó a la Basílica en una silla de ruedas bendiciendo a los
fieles, los embajadores acreditados ante la Santa Sede, los
cardenales, los prelados y los numerosos religiosos presentes. La
ceremonia estuvo rodeada de importantes medidas de seguridad.
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