El Papa leyó su homilía con voz clara, aunque con aspecto cansado.

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Juan Pablo II abrió ayer su agenda de actividades de 2004 con la presencia en la Basílica de San Pedro para celebrar con una misa solemne la Jornada Mundial de la Paz y durante la cual lamentó la «dramática» situación en Oriente Próximo, aunque expresó su confianza en una mejora.

La XXXVII Jornada Mundial de la Paz se desarrolla este año con el lema «Un compromiso siempre actual: educar a la paz» y sobre ese punto reflexionó el Pontífice, quien dijo que la Iglesia «proclama constantemente» la invitación a la paz.

En la basílica, el Pontífice se limitó a leer la homilía y a presidir los ritos, que fueron concelebrados por el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, y varios representantes de la Curia vaticana.

«Existe la urgencia y la necesidad de formar las conciencias en la cultura de la paz, porque es posible y obligatoria», apuntó el Papa, quien constató, que se mantienen «situaciones de injusticia y violencia que oprimen varias zonas del globo y conflictos armados a menudo olvidados por la opinión pública».

Es en este contexto en el que «hay que construir conjuntamente vías para la paz», indicó Juan Pablo II, quien tuvo un recuerdo para el nuncio apostólico en Burundi, monseñor Michael Courtney, muerto hace unos días por disparos de varios desconocidos en un país azotado por los enfrentamientos.

En estos días en los que está presente el sentimiento navideño el Papa invitó a «volver idealmente a Belén para adorar al Niño en el pesebre», momento en el que mostró su amargura por la difícil situación en Oriente Próximo, mientras «en otras partes del mundo no se apagan los focos de violencia y los conflictos».

Para ello «es necesario perseverar sin ceder a la tentación de la desconfianza y es preciso un esfuerzo por parte de todos para que se respeten los derechos fundamentales de las personas a través de una constante educación a la legalidad».

El elemento que favorece esa intención es «abrirse a la lógica del perdón y superar la de la simple justicia. No hay paz sin perdón», proclamó en una homilía leída con voz clara, aunque con aspecto cansado.

Todos estos factores y situaciones le llevaron a afirmar que «se advierte cada vez más la necesidad de un nuevo ordenamiento internacional, que aproveche la experiencia y los resultados conseguidos en estos años por la Organización de las Naciones Unidas».

La misa fue el primer acto del año de Juan Pablo II, quien cerró 2003 en la tarde del 31 de diciembre con una misa «Te Deum».