El café Brasil ocupa una gran esquina entre la avenida 16 de julio y la calle Ferrers, en el polígono de Son Castelló. Durante más de 26 años este negocio estuvo en manos de diversos arrendatarios, pero en octubre el último de ellos desistió de continuar con el negocio y volvió a tomar las riendas la familia Bibiloni. «Yo ya me hice cargo del bar con 18 años. Ahora lo llevamos mi hermano José Antonio y yo», explica Miguel Bibiloni, que también cuenta con una correduría de seguros y un despacho de abogados.
Este local es uno de los primeros del polígono y aún en esta difícil época, acuden un buen número de ciudadanos, sobre todo de trabajadores de la zona, a degustar de su oferta, que sorprende por lo variada. «Cuando viene una dificultad, hay que superarla. Veo el futuro muy incierto, pero por naturaleza soy optimista», explica Miguel, quien junto a su hermano ha pensado en diversas formas de atraer a los clientes. «Ofrecemos zumo de naranja natural a un euro y para los más madrugadores está la oferta de café solo a 0,80 euros, cortado a 0,90 y con leche a 1 euro».
Cambio
Este negocio se ha visto muy afectado porque su gran terraza y el interior, con una decena de mesas, les permitía tener a cientos de clientes cada día, Ahora las circunstancias son las que son, pero el goteo de clientes es continuo, sobre todo para pedir cafés y bocadillos. «También tenemos platos para llevar, pero tienen menos salida», explica Miguel mientras atiende a un cliente en el mostrador improvisado a la entrada del bar.
Lo que más llama la atención de su variada oferta son los llonguets tan suculentos que ofrece y que son también un gran reclamo. Destacan los de calamares a la andaluza, panceta o el de porcella y alioli con ajos asados.
Miguel Bibiloni se queja de que haya tenido que pagar todos los servicios municipales a pesar de que el negocio estuvo cerrado en el confinamiento.
‘Llonguets' de autor
De entre la oferta de este local destaca el llonguet de calamares a la andaluza, que tiene la particularidad de que se sirve con un pan negro producto de su mezcla con la tinta del calamar. «Nos lo descubrió un cocinero que teníamos llamado Jonathan y ha sido todo un éxito», explica Miguel Bibiloni.