Su nombre es Patricia Fernández Beni aunque en el mundo de la moda y de las antigüedades todos la conocen por su nombre artístico, Victoria Worth, que honra la memoria del creador que hizo elegante a la emperatriz Eugenia de Montijo. Posee algunos de sus encajes más valiosos en la colección que comenzó su hermano Jaume, nacida de la pasión de él por los textiles y las antigüedades. Han estado en Mallorca exponiendo en Port Adriano sus encajes increíbles y algunas de sus creaciones.
¿Empezaron su carrera en la moda del lujo siendo anticuarios?
– Empezamos los dos hermanos desde nuestra tienda de Valencia hace unos doce años. Estamos especializados en antigüedades textiles desde entonces. Nuestra madre se ha dedicado a los trajes regionales valencianos y de ahí que siempre hayamos estado muy cerca de la costura y de la tradición. Mi hermano inicialmente pensó en buscar telas antiguas para destinar a los trajes regionales, pero poco a poco abrimos fronteras, primero por Madrid y Andalucía, y ahora ya trabajamos con grandes diseñadores españoles, como Navascúes o Caprile.
¿Algún traje icónico que lleve vuestros tejidos?
– Muchos de los que salen en las revistas pero lo cierto es que nosotros hemos sido el secreto de todos los diseñadores de Madrid. No nos querían nombrar o si salíamos de su atelier de pronto veíamos en IG una foto en la que decía que los encajes habían llegado recién desde Paris. Alucinábamos pero la anécdota sirve para ver hasta qué punto los diseñadores españoles valoran el trabajo de otros españoles.
¿Qué hay en su anticuario?
– Cantidad y mucha calidad en las piezas. A cada encaje se le denomina por las ciudades donde se hacían. El encaje de Alençon es el rey y es patrimonio inmaterial de la humanidad. Son piezas tan especiales que hay que verlas en persona y tocarlas. Es el que más trabajo lleva, está hecho con lino y pelo de cola de caballo.
¿Cómo los encuentran?
– Recorriendo el mundo entero en su busca. Las piezas que han permanecido en una misma familia durante varias generaciones generalmente se encuentran en muy buen estado, cosa que no ocurre cuando se trata de piezas que ya han pasado por diferentes manos. Nuestra función no es solo comprar, es informar, contar el tesoro que van a recibir para que siga intacto varias generaciones más.
¿Cuál es la pieza más importante de su colección?
– El encaje, porque hoy día ya no se hace de manera tan laboriosa. Hasta las reinas se han casado con encajes de poca calidad. Hablo de la reina Letizia o de Kate Middelton, que llevaban velos nuevos bordados a máquina o encajes, en el caso de Kate, que se ve que no son de calidad premium. En el siglo XIX lo que marcaba la diferencia social era el encaje, no el oro. La entrega de hilos se hacía con una ceremonia increíble. Todos los dibujos tenían un porqué, un simbolismo que se ve observando una mantilla que te indica para quién esta hecha sin necesidad de saber de ella. Las piezas muy importantes te hablan a través de cada dibujo. La pieza más importante sin duda están en nuestra colección privada que es la más grande del mundo con las piezas más importantes. Recientemente hemos recibido un encaje que perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo.
¿Cómo llegó hasta ustedes?
– Mi hermano de jovencito siempre observaba una postal de la emperatriz vestida de gran gala con unos encajes increíbles. Parecía algo inalcanzable. Incluso preguntaba en las exposiciones a las que acudía cuáles eran los trajes que más trabajo habían costado hacer en la historia de la moda. Nos pusimos a investigar y descubrimos que el que más había costado hacer se encargó en el año 1860, se tardó siete años en confeccionarlo, 40 mujeres trabajando en él todos los día y de sol a sol. Se expuso en la Exposición Universal de París y recibió la medalla de oro. Napoleón III obligaba a su esposa a lucir moda francesa de altísima calidad. Ahora vivimos en la era del populismo barato.
¿Se ha perdido el respeto?
– Hay mucho desconocimiento. No hay respeto por la artesanía real, la que lleva siglos y siglos aprendiéndose de padres a hijos, la que creó el encaje de Alençon que llevó la emperatriz para inaugurar el Canal de Suez y que hoy está como la pieza más valiosa de nuestra colección. El vestido llevaba dos volantes. El de arriba esta en el museo Victoria and Albert de Londres, el volante de abajo es nuestro.
¿Lo pudieron pagar?
– Se valoró bajísimo pero algo me decía que era el encaje de la postal que miraba mi hermano de niño. Y sí, lo es. No nos salió barato, pero si más que a Napoleón, que pagó, en moneda de hoy, unos 30 millones de euros solo en encaje. Dos vestidos llevaron el mismo tiempo invertido en hacer la Torre Eiffel. En breve será la presentación.
¿Quién hizo el vestido?
– Worth, el gran genio. Además coincide que en ese momento comenzaron las obras del canal de Suez que Eugenia impulsó vivamente.
¿Cómo ha sido vuestra experiencia de exponer en Port Adriano?
– Maravillosa porque la gente desconocía nuestro mundo, nuestro producto. La gente se ha emocionado mucho viéndolo en directo. Hemos traído el encaje del vestido de novia de Grace Kelly, tan imitado, y viéndolo se entiende porque ningún otro ha llegado a su altura, tela que estaba en la biblioteca de María Antonieta perfectamente conservada.
Usted ha creado su propia marca…
– Si, porque me daba cuenta de que los diseñadores de Madrid con los que trabajamos primero creaban un diseño y luego incorporaban la pieza antigua. A mi me gusta hacerlo al revés. Cortar un encaje que tiene doscientos años es un sacrilegio.
¿Cuál es su tejido favorito de las miles que tienen?
– De los más de 5.000 solo en la colección privada, quizás las 16 piezas que pertenecen al velo de novia más caro de la historia de la moda en el que se invirtieron medio millón de horas de trabajo y que tiene más de cien dibujos.
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