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En los últimos días, Punta Ballena y Magaluf han dado el salto a las primeras páginas de los periódicos por la violencia desatada en aquella avenida y los alrededores. El primer caso fue la muerte de un turista irlandés de 45 años, que apareció supuestamente atropellado tras una misteriosa pelea. Tras días de compleja investigación, la Policía Judicial de la Guardia Civil ha concluido que, en realidad, el veraneante no fue arrollado por un conductor que se dio a la fuga, sino que estuvo implicado en una violenta trifulca y cuando huía corriendo se sintió indispuesto por las sustancias que había consumido y se desplomó. En la madrugada del miércoles un turista británico de 20 años fue brutalmente agredido en Punta Ballena y quedó tendido sobre la calzada, inconsciente y con lesiones en la cabeza y una posible hemorragia interna. Son los incidentes más graves registrados en los últimos días, pero no los únicos.

Más efectivos.

La Guardia Civil, cada verano, despliega un dispositivo especial de vigilancia en la zona, en colaboración con la Policía Local de Calvià. Sin embargo, todo apunta a que la Benemérita necesitaría más recursos para poder hacer frente a todas las peleas que van surgiendo a lo largo de las madrugadas. O a las denuncias por agresiones sexuales y robos en la playa, que también son tristemente habituales.

Cambio de modelo.

Este repunte en la inseguridad coincide con un notable esfuerzo empresarial por cambiar el modelo turístico en Magaluf. En los últimos años se han inaugurado locales de renombre en un intento de dignificar una zona con mala imagen, que durante décadas se ha asociado a juergas antológicas y una suerte de ciudad sin ley, donde todo valía. Sin embargo, siguen llegando turistas jóvenes con un perfil concreto, que son muy conflictivos y no hacen ningún bien a la imagen de Punta Ballena.