Como el marinero en tierra de Rafael Alberti . Los políticos honrados, fieles a su ideario, deberían tener el cuerpo de roca y el alma de vidriera. La metáfora no tiene desperdicio. El cuerpo de roca para resistir los embates que emergen, injustamente, de determinadas cloacas. Y el alma de vidrio para demostrar que nada sucio se esconde en el interior del personaje público. Pero el fenómeno escasea. La mayoría de los politicastros, tertulianos de la taberna y los medios neopopulares, contemplan su propio ombligo y lo confunden con el centro del mundo, su único y exclusivo centro de todo y para todo. Usan, abusan e inventan los más altos niveles de demagogia y mezclan, como suele decirse, la gimnasia con la magnesia. Algunos se dicen escritores sin haber escrito más libros que los que proyectan en sus ridículas ensoñaciones. Otros se las dan de artistas sin que su pulso temblón les allane el camino al lenguaje de lo plástico. Como niños pequeños en el patio de un colegio tratan de hacerse oír a grito pelado. Son expertos en escuchar su propia voz y solo lo que les gusta es prestar oído al que les da la razón, ya sea por aburrimiento o para no alargar el debate. Fieles a un solo canal informativo, rehúsan contrastar opiniones con las demás voces, un modo de acumular falsas razones sobre un monte de sinrazón.
Cuerpo de roca y alma de vidriera
28/05/21 4:01
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