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Uno, que pertenece a una generación que formaba marcialmente antes de entrar en clase, que entonaba el viva España a mayor gloria de un Estado que se autoproclamaba la última reserva espiritual de Occidente, que escribía en la pizarra bajo el peso simbólico de un crucifico casi tan grande como el del Valle de los Caídos, y que recibía diariamente una sobredosis de Catequesis, uno, ya digo, no entiende como las izquierdas (es un decir) tienen ahora la ocurrencia de permitir, y fomentar, la enseñanza de la religión islámica en las escuelas. Máxime cuando nuestro país es el que más rápidamente se está descatolizando en Europa, siendo que los católicos inscritos, no hablemos ya de los practicantes, apenas rozan el 50% de la población.

Inauguramos la democracia cogiéndola con papel de fumar, y así salió. Donde tenía que decir Estado laico salió lo del estado aconfesional, que es un quiero y no puedo pero que, pese a ello, pretendía dejar claro el divorcio entre las confesiones religiosas y el Estado. Cosa, por otro lado, que quedó desmentida con el acuerdo de Concordato con el Vaticano y los que me rondaran, morena.

Si se cree que con ello se fomenta la multiculturalidad es que, entonces, las izquierdas que ya no se enteran de nada. La religión pertenece al ámbito de lo estrictamente privado, y como tal su enseñanza corresponde a sus instituciones, ya sean parroquias o mezquitas, pero nunca al Estado. Las escuelas deben estar para otras cosas, como enseñar a convivir pese a las diferencias de raza, sexo o credo.