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Nos ha nacido una nueva profetisa. El año 2022, recién estrenado, será, según la presidenta Armengol, «el de la vuelta a la normalidad». No echen las campanas al vuelo. Ya se sabe que sanchistas, populistas y nacionalistas forman un club hipócrita, que necesita esconder sus mentiras. Ya se sabe también el precio que hay que pagarles para amansarlos. Por cierto, ya se lo están cobrando, incluidos intereses. No hay más que mirarles a la cara. Rebosan contento y satisfacción.

El entusiasmo de Armengol es una falacia. No se corresponde con la realidad que experimentamos en Baleares. Ni siquiera los indicadores oficiales avalan su predicción. Sus palabras fueron un presuntuoso intento de protegerse ella misma. Eso sí, con el añadido que siempre les acompaña: anestesiar a la gente. Esta práctica, por habitual que sea, necesita de la colaboración cómplice de nosotros los ciudadanos. Cuentan, a decir verdad, con nuestra despreocupación e irresponsabilidad. Pregúntate, gente del común, por qué te dejas manipular tan fácilmente, si sabes que después vas a sufrir y pagar las consecuencias.

Deseo recordar algo de lo que ya hemos sido advertidos. Lo contaba el otro día Miquel Segura en UH: «En las peores condiciones económicas posibles, cuando parece que la soñada recuperación se aleja por culpa de esta sexta ola, van esos desgraciados y se aprestan a dar una nueva vuelta de tuerca al empresario medio y bajo». Impecable. Sólo añadiría que la sexta ola ha sido complementada con la desastrosa gestión de la pandemia, ya desde sus inicios, por incompetencia propia y por seguidismo enfermizo a Sánchez. Pero, ¿qué les pasa? ¿Cómo es que siguen reñidos con la igualdad y la libertad? Y, por cierto, ¿qué les han hecho los profesionales de la restauración para ser objeto de semejante trato? O ¿qué les pasa con el precio de electricidad? ¡Vaya normalidad nos espera!

Se ha de subrayar en esta línea, según nos cuenta el amigo Segura en UH, que la presidenta, para no perder la costumbre, ha tirado de lápiz rojo: «acotar, prohibir, dictaminar, empreñar, amb una paraula». Parcelas urbanas las quieren convertir en terreno rústico. ¡Ajuste de cuentas a la vista! Eso sí, para equilibrar, desparraman otra mentira más: dicen que están construyendo el futuro y que ya han puesto las bases y los cimientos. Por fin, gracias al juez podemita Yllanes, Mallorca será el faro de la economía mundial. Estad, tranquilos, sufridos ciudadanos. Mallorca será la nueva Jauja. ¡La normalidad económica restablecida y superada!

Claro que la presidenta, en su mensaje de fin de año, no quiso valorar el coste de la vida. ¿Acaso no tiene que ver con la realidad del día a día? Gracias a su amigo Sánchez y socios podemitas de gobierno, España afronta la cuesta de enero con la inflación desbocada y fuera de control. Estamos pasando la Navidad más cara de la historia. El dato de la inflación se ha situado en el 6,7% en diciembre. Todos los precios, como verificamos a diario, claramente al alza: la comida un 4,9 %, la cesta de la compra, los carburantes, la electricidad, el transporte, los alquileres (550 euros al año). Esto sí que es normalidad real, señora Armengol.

Y ¡cómo no! Ante esta realidad, que no se atreven a reconocer abiertamente, se ofrece una nueva mentira: según la vicepresidenta económica, ha de imperar la tranquilidad: es cosa coyuntural y no estructural. Según el Informe del Banco de España, la inflación media en 2022 será superior a la del año que termina. ¡Abróchense el cinturón! Las mentiras, en economía, afectan al bolsillo. ¿Todavía celebran la normalidad real de la Sra. Armengol? A propósito del tan querido por ustedes lápiz rojo, muchos ciudadanos nos preguntamos si ha echado cuentas y ha acotado la deuda real. Unos nueve mil millones de euros. Es decir, seguimos endeudados y mal financiados, por debajo de la media. ¿Se la perdonará Sánchez? Me temo que la tiene bien sujeta. ¿A qué le tiene miedo, Señora Presidenta?
Termino con un recuerdo al modernista Paul Morand. En su conocido Voyage en Europe dejó escrito: «No hay equipaje más pesado que una bolsa vacía». Muy cierto. Este es su problema, señora Presidenta. Cuídese de tanto corifeo como le adula.