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Cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. Nuestro vecino está en plena labor de esquila. Las elecciones han arrojado resultados atomizados. Gana Macron, pero le pisa los talones Le Pen. Entre ellos dos se batirán los franceses el próximo domingo en la segunda vuelta. Uno de los datos que llama la atención es el hundimiento de los partidos tradicionales. Los socialistas han obtenido apenas el dos por ciento de los votos. La ciudadanía tendrá que elegir si volver a confiar en un presidente que ha obtenido resultados económicos notables y la extrema derecha. Aquí, veremos a diestro y siniestro rogar porque los extremistas no alcancen el poder. Es un mantra que en ciertos asuntos puede provocar patinazos porque Macron no es de ninguna izquierda.

El programa de Le Pen no resulta tan alarmante, ni siquiera tan distinto del de Macron. De hecho, hay muchas propuestas interesantes en educación, pensiones y sanidad, claves en todo programa «socialista». Sus promesas en cuanto a los impuestos pueden atraer a más de uno; esa apuesta por «la gente, los trabajadores». Curiosamente, esa terminología se usa en España en el bando opuesto, el de la extrema izquierda.

Lo más polémico está en la inmigración y la seguridad, pero para posicionarse con cabeza en este debate hay que conocer la realidad del país. Los contendientes son partidarios de una línea dura contra la inmigración ilegal y de reforzar los efectivos policiales; señal de que Francia tiene un verdadero problema de delincuencia. Cerrar los ojos y creer que todo el mundo es bueno nunca ha sido una estrategia inteligente.