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En ocasiones, los titulares de los medios llevan a confusión. Una mujer divorciada que ejerció durante 25 años de ama de casa ha conseguido el reconocimiento de su trabajo invisible en el ámbito doméstico gracias a una sentencia inaudita en territorio español: 204.000 euros. Ivana Moral, nombre de la susodicha, se quedó desamparada sin ingresos económicos y con dos hijos a su cargo cuando se separó del que había sido su esposo porque se casó en régimen de separación de bienes y se había entregado en cuerpo y alma a la crianza de sus hijos. En las redes sociales se ceban con ella, algo que sólo se comprende si se tiene en cuenta que los navegantes obtienen así su minuto de gloria, despotricando contra una medida supuestamente feminista, que lo es y a mucha honra, y porque sencillamente sólo leen los titulares y jamás el contenido de la noticia. Eso cuesta mucho. El marido de Ivana, desde que se casó con ella, supongo que gracias a su instinto comercial y a que se apoyaba en el denodado sacrificio de ella, que aparte de la labor de casa lo apoyó en la cadena de gimnasios de la que él era propietario sin percibir remuneración alguna ni consecuentemente tenerla en nómina, aumentó su patrimonio exponencialmente hasta seis millones de euros, con que si hago correctamente las cuentas ella tan sólo ha obtenido el 3,5 % del mismo y no lo ha dejado seco como algunos tratan de hacer ver tildándola de mantenida y oportunista. La sentencia únicamente trata de compensar y equilibrar de un modo justo, en base a una suma simple del SMI, todos los años en común del matrimonio y no sirlar al «pobre hombre» que no se trata más que de un millonario sin escrúpulos que ha tenido la inmensa fortuna de contar con ella para esa ingrata tarea y ahorrarse así un montón de pasta. Sin embargo, en una sociedad todavía machista como la nuestra eso es de difícil lectura.