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El vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, y la líder de Más Madrid, Mónica García, reciben el bono social térmico para familias vulnerables para lo que es suficiente presentar el libro de familia si perteneces a una numerosa. Al ser descubierta, García afirmó que busca el modo de devolver los beneficios que le ha supuesto. Bien, eso le honra pero parece poco inteligente que una política de su renombre no esté al tanto de estos asuntos sociales de tanta actualidad en los tiempos que corren. En cuanto al primero, con un sueldo de más de cien mil euros anuales y varios activos financieros más allá del millón de euros, insiste que seguirá cobrando el bono porque no ha hecho nada fuera de lo legal y porque «me niego a ser como ustedes». Resta importancia aludiendo que sólo son 200 míseros euros y señala a Sánchez como el culpable de estas anomalías. En un mundo equilibrado, resultaría insólito que un político se pronunciara de este modo, habida cuenta que innumerables familias luchan denodadamente por obtener 200 míseros euros. Y es completamente cierto que no ha hecho nada ilegal pero existe algo que es la vergüenza, el honor o la dignidad, de la que estos políticos encorbatados, pero de tres al cuarto, no conocen porque no les ha sido necesario. La desfachatez con que replica, a la defensiva y echando las culpas a la competencia, le deja retratado. Si hubiera alguna otra laguna, podría obtener algún otro tipo de bono que le permitiese adquirir básicos como arroz y leche. Aunque supongo que le supondría una minucia comparado con un buen entrecot. Todo esto me recuerda a un viejo capítulo de El Corsario de Hierro, donde un secuaz le decía a Lord Benburry, el malo de la historia: Milord, casi no queda agua para los remeros. Y Lord Benburry contestaba: «Es igual, yo sólo bebo cerveza.»