Son malos tiempos para las minorías. Ahora todo es a lo grande. Cuanto más, mejor. La vida va de contar cifras muy altas. La oferta es incalculable, porque de todo tiene que haber mucho. Y ¡venga adverbios de cantidad! Hemos llegado a un punto en que si los males son muchos, mejor que también sean grandes. O al menos eso parece si nos atenemos a las noticias. Bueno, a lo mejor es que tengo una visión algo deformada de la realidad pero, al ser yo muy muy minoritaria, no tengo alternativa. Es lo que hay. Y que conste que a mí las minorías me van. Todavía pertenezco a esa casi invisible minoría de los que se consideran de letras (de los que estudiaron latín y griego, esa ridícula minoría en clase).
Los números ni siquiera me inquietan. A mí dame un crucigrama, pero no me des un sudoku, que me provocan migraña. Soy hablante de una lengua minoritaria y minorizada. Defenderla llega a ser cansino, pero no dejaré de hacerlo porque sin lengua no existen el pensamiento ni la comunicación, y sin ellos no hay vida posible. Es algo bastante simple, me parece. Por otra parte, también soy de la minoría de los que piensan que donde estén un papel y un lápiz, por favor que se quiten las pantallas. Me gustaba mucho más la vida cuando no había móviles. Sólo utilizo de ellos una ínfima parte y, hasta hace poco, cuando tenía que comprarme uno le pedía al vendedor que me sacara «el que haga menos cosas, si es tan amable».
Tenía gracia ver la cara con que me miraba. Cómo se compadecía de mí. En fin, que ya se imaginarán que no tengo ni idea de cómo funcionan las redes sociales. Soy consciente de que existe todo un mundo paralelo que desconozco por completo (¡qué suerte tengo!, me digo yo). Otra minoría en la que me incluyo es la de los que no viajamos si no es completamente imprescindible (y casi nunca lo es). Me encanta mirar un mapamundi y aprenderme las capitales pero, en serio, que no me molesten con ofertas de cruceros, safaris o rutas maravillosas. Quita, quita. Qué pereza. A mí de viajar lo que más me gusta es la vuelta. No me molestan los que fuman a mi lado, me gusta el cine en blanco y negro y no miro programas de gran audiencia. Todo muy minoritario. Y aún una cosa más, desde luego primordial: jamás como palomitas en el cine.
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