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Es bien conocida la fábula de la rana y el escorpión. El escorpión le pide a la rana que le lleve encima para cruzar el río. La rana se niega porque sabe que si el escorpión se le acerca le picará y morirá. El escorpión sin embargo la convence con el argumento de que si la pica, se hundirá y morirán los dos. Convencida la rana con este argumento, inician la travesía del río y al llegar a un punto peligroso, el escorpión pica a la rana. Ésta al sentir el picotazo mortal le pregunta al escorpión porque lo ha hecho. El escorpión le contesta «lo siento, está en mi naturaleza», poco antes de hundirse los dos.
En una reciente reunión pública de Bildu, su líder, Arnaldo Otegui, invitaba a la izquierda española a sumarse a la apertura de «procesos constituyentes en las naciones del Estado porque para que España sea roja, republicana y laica, antes tendrá que estar rota».

Según un estudio de la Fundación Impuestos y Competitividad, España es el país europeo más descentralizado en materia tributaria. Por otra parte, según la OCDE, España es el segundo país del mundo más descentralizado, en lo que se refiere a autoridad territorial. No obstante, el ingeniero Joaquim Coello Brufau decía en El País hace unos días que «la estructura centralizada del Estado no encaja con su realidad en términos de población y riqueza». ¡Ah!

Carles Puigdemont, un prófugo de la Justicia que en su día proclamó la república catalana, es decir, quebrantó la Constitución y traicionó lo que había prometido defender, dice ahora refiriéndose al presidente Sánchez que «pagar por adelantado a un tío al que no le comprarías un coche de segunda mano es un deporte de riesgo». O sea, quien vendió lo que ni siquiera tenía, un coche, ahora exige papeles antes de comprar. Cosas veredes…

Es inverosímil pensar que en algún país democrático del mundo el candidato a gobernar el país, que representa a un partido tradicional, respetuoso con la Constitución y con la democracia, pudiera plantearse pedir el apoyo a partidos o personas que quisieran romper el país, destrozarlo en distintas piezas. Como tampoco sería viable hacerlo con quienes pretendan degradar la democracia anulando el progreso.

Siempre he pensado que España es un país de anarquistas, de izquierdas y de derechas. Ahora veo que el anarquismo puede impregnar también a quienes tienen que gobernar.
Cuando se empieza por aceptar lo inverosímil como algo normal y se buscan los apoyos de aquellos que a la primera que puedan, te van a clavar un cuchillo en la espalda, se convierte uno en la rana que en medio del río es picada por el escorpión. Se hunden los dos sin remedio.