Siglos llevamos repitiendo, como auténticos capullos, que todas las comparaciones son odiosas, pero, por más odiosas que sean, lo cierto es que sin comparar cosas y fenómenos no se puede pensar, ni argumentar, ni nada, ya que cualquier proceso cognitivo es forzosamente comparativo. De hecho, hasta que un homínido con una piedra en cada mano, no empezó a compararlas al tacto y según el peso, y de ahí ya pasó a comparar otros objetos y criaturas (osos, árboles, homínidas), no se inició tal proceso cognitivo, que se desarrolla mediante comparaciones y analogías, y asciende por ellas como si fuesen los peldaños de una escalera. La escalera de Wittgenstein, exactamente, que hay que tirar al llegar arriba. Las comparaciones son odiosas, desde luego, pero sin ellas no hay raciocinio, por lo que debe tratarse de odio indispensable. Lo que, por simple ejercicio comparativo, nos lleva a establecer que la analogía (relación comparativa entre cosas distintas), madre a su vez del símil y la metáfora, es el mayor invento de la humanidad, sin el cual todavía estaríamos sopesando una piedra en cada mano con expresión perpleja. Sin entender nada ni saber por qué.
Grandes inventos. La analogía
Palma25/09/23 0:29
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