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La retrocognición no tiene nada que ver con la memoria, ni siquiera con esos borrosos fantasmas de la memoria que nos recuerdan cosas que jamás sucedieron. Se trata de un raro fenómeno psíquico paranormal consistente en el conocimiento de sucesos del pasado, que no ha podido adquirirse ni inferirse por medios naturales y normales. Digamos una especie de clarividencia retrospectiva, que en lugar de adivinar el futuro, adivina el pasado. El término fue inventado por el poeta, filólogo y vagamente psicólogo británico Frederic W.H. Myers, inventor también de la telepatía y fundador en 1882 de la célebre Society for Psychical Research (Sociedad para la Investigación Psíquica), entre cuyos miembros hubo cerebros tan notables como Yeats, Jung, Conan Doyle o el Nobel de Medicina Charles Richet, un racista chiflado padre a su vez de la metapsíquica, ciencia encargada de explicar lo inexplicable. Enterarse por estudios bíblicos de que Jesucristo se fue al desierto para orar, ayunar y ser tentado durante cuarenta días, no es retrocognición sino aprendizaje. Convencerse tras ver una película de que uno mismo tuvo amores clandestinos con la bella y desinhibida emperatriz Josefina a espaldas de Napoleón, o de que el presidente Sánchez ya apuntaba de niño maneras de terrorista, tampoco es retrocognición, es idiotez. La retrocognición se basa en que cualquier cosa que suceda en el universo deja una especie de estela en el espacio-tiempo, un tenue rastro de energía, y algunas mentes privilegiadas pueden seguirla y descifrarla. Y si ahora hablamos de esto, es porque si la predicción del futuro es una de las labores fundamentales de políticos, instituciones y periodistas, en los últimos años y con ayuda de la tecnología digital, también se ha desarrollado enormemente la retropredicción del pasado (retrocognición), que contra lo que se podría suponer es más difícil. El nacionalismo es pura retrocognición. Clamar por antiguas glorias, y por hacer grande otra vez a EEUU, a Argentina, a Rusia, a España, a Catalunya, al Reino Unido o a lo que tercie, es un fenómeno psíquico paranormal de retrocognición. Vale, la retrocognición jamás existió, pero hay que ver lo bien que funciona.