TW
1

En el primer pasaporte que me expidieron, siendo todavía un adolescente, estaba escrito: «Válido para todos los países excepto la Unión Soviética y países satélites». Estos eran los países de Europa oriental que estaban en la órbita de la URSS. Claro está que no era una órbita sustentada en las leyes de la física y de la gravitación universal sino en la fuerza del Ejército rojo y en sus divisiones acorazadas. Los noticiarios de la época en Polonia abrían diciendo que «el primer secretario del Partido» había visitado una fábrica, por ejemplo. Era innecesario especificar qué partido, sólo había uno.
En la órbita soviética, cuando había alguna discrepancia política a lo más que se llegaba es a hablar de los «disidentes», dentro del partido. Si aumentaba la discrepancia, entonces se convertían en «revisionistas capitalistas» corriendo grave peligro sus vidas. En la dictadura de Franco se les llamaba «tontos útiles», «compañeros de viajes» y se hablaba de una conjura «judeo masónica comunista» para describir cualquier disidencia.
En los tiempos que corren, afortunadamente muy distintos, en el marco de una sociedad democrática, a los partidos les cuesta mucho aceptar la discrepancia. Pero los hechos son tercos. Cerca de un 40 % de los votantes del PSOE son críticos con la amnistía y un 20 % de esos votantes decían el mes pasado que cambiarían el sentido de su voto respecto al 23-J. Esto es una gran disidencia que no puede resolverse con la expulsión de los disidentes (aunque se intentó con Nicolás Redondo).
Como vivimos en un sistema democrático, con sus imperfecciones y sus principios, hay un grupo de disidentes (no del socialismo, sino de la vía impuesta por Pedro Sánchez en el PSOE) que han decidido crear un partido para recoger las voluntades y las inquietudes de aquellos votantes de izquierda (recuerden, un 40 % críticos con la amnistía) que se sienten engañados por Sánchez y que moralmente ya no pueden votar, aunque lo hicieron antes, a quien ha perdonado mediante ley la comisión de importantes delitos, a unos políticos catalanes a condición de que le voten.
Ya tenemos el escándalo organizado. Estos promotores están siendo crucificados, como los revisionistas de la época de Stalin. Se les está llamando «compañeros de viaje» de la derecha con el chantaje moral de que si no apoyan a Sánchez gobernarán los «fachas». Piensan los de Izquierda Española que un gobierno socialista no puede tener como aliados a quienes quieren destruir el orden constitucional y el país. Ya hemos visto esta semana en el Parlamento cómo se las gastan. Es legítimo y lícito que la discrepancia se organice libremente, sin coacciones y se confronte con los electores. Otra cosa es que tengan éxito en las urnas.