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El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo del pasado domingo deja clara la posibilidad de un pacto entre populares y socialistas que, ampliado al grupo liberal, garantizaría una mayoría estable y proeuropea en la Cámara para defender los valores y principios de la integración europea, trabajar conjuntamente en reformas para fortalecer el funcionamiento y la transparencia de las instituciones de la Unión, y lograr una mayor eficacia a la hora de generar crecimiento económico y afrontar retos futuros. Cualquier otra posibilidad escorada hacia los extremos, aunque fuera numéricamente viable, iría contra la esencia del proyecto europeo construido en base al respeto, el dialogo y la búsqueda de acuerdos amplios que lleven a unir y reforzar Europa. Por ello las negociaciones que se están llevando a cabo estos días son de una enorme trascendencia.

Las pasadas elecciones abren también la puerta al inicio un nuevo ciclo político puesto que, una vez constituido el parlamento, debe conformarse una nueva Comisión Europea, es decir un nuevo órgano ejecutivo para la Unión. Tanto su composición como quien ocupe la presidencia serán determinantes para la fortaleza interna de la UE y para el papel que pueda jugar en el contexto internacional.

A finales de junio termina también la presidencia belga del Consejo de la UE. Le sucederá Hungría, con uno de los gobiernos más hostiles al proyecto europeo reforzado, tras las elecciones, por la subida de la extrema derecha en países importantes de la Unión. Quiero recordar que el pasado año el propio Parlamento Europeo, mediante una resolución, manifestó serias dudas sobre la capacidad del Gobierno de Hungría para ejercer la presidencia de la UE, por sus continuas violaciones del Estado de derecho y sus incumplimientos de la legislación comunitaria.

Una segunda mitad del año compleja, teniendo en cuenta, además, que para este periodo han quedado sobre la mesa dossiers urgentes y de una gran importancia estratégica; como son las propuestas para potenciar nuestra competitividad y autonomía estratégica, nuevas medidas para intensificar la transición verde y digital y una posible ampliación de la UE, solo por citar algunos temas.

Y todo ello, en un contexto geopolítico internacional marcado, sobre todo, por las dos guerras que se están librando a las puertas de la UE: la invasión de Ucrania y la guerra de Gaza, cuyo desenlace y consecuencias políticas pueden depender también del resultado de las elecciones presidenciales en los EUA que se celebraran el próximo mes de noviembre. Todo un escenario que pondrá a prueba la solidez de nuestros sistemas democráticos, y nuestro compromiso con los derechos humanos y la salvaguarda de los derechos fundamentales.