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Con la marcha de Miquel Ensenyat, harto de desconsideraciones, la coalición Més ya parece una barca sin pescador. Los históricos primeros espadas flotan en el lago del desprecio mientras dentro del bajel, cada vez más frágil y a merced del viento, sobreviven, de momento, los mediocres, únicamente duchos en el segado de hierba bajo los pies de los que destacan más que ellos. La lista de históricos líderes condenados al olvido es enorme: Mateu Morro, Biel Barceló, Sebastià Serra, Pere Muñoz… ¿Para qué seguir?

La clave de este drama la dio el actual patrón de Més, Lluís Apesteguia, quien el pasado lunes, tras hacer público Ensenyat que se daba de baja, se despidió de él con un seco wasap que rezaba: «Suerte y ventura». Este desairado mensaje, huérfano de cariño y de honor, es la más fehaciente prueba de que Mallorca es madrastra de sus hijos verdaderos.

Solo por respeto a su currículum, Ensenyat se merecía una despedida solidaria. Nadie como él ha llevado tan alto a Més. Ha sido presidente del Consell, portavoz en el Parlament y alcalde de su pueblo, Esporles, con mayoría absoluta. En otros lares, sería venerado. Pero en su propia casa se ha hartado de zancadillas, intrigas y desdenes. Mandan la gris mediocridad y la maquinación. Se desvanecen el empuje, las ideas claras, la capacidad de integración y de crear proyectos.
Se marcha a trabajar a una ONG que comparte iniciativas con países africanos. El final de este culebrón mueve a las lágrimas: quien gana es Senegal, quien pierde es Mallorca.