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La Naturaleza es la que es y, por suerte, sigue su curso, ajena a esos molestos insectos –auténtica plaga bíblica– que son los humanos. Por eso hoy se celebra el solsticio de verano y no hay ley humana ni técnica posible para evitarlo. Aunque habrá idiotas que lo negarán, por supuesto, y legiones de gilipollas que les darán crédito. Ha ocurrido siempre. En eso consiste ser humano, parece ser, en proclamar a los cuatro vientos lo imbéciles que podemos llegar a ser. Nada que objetar, eh, cada cual que piense, haga y diga lo que mejor le parezca. En estos tiempos de analfabetismo galopante –quién lo iba a decir, cuando toda la población está alfabetizada– las personas cultas, formadas, con sus dudas y vulnerabilidades son despreciadas, mientras se encumbra a los ignorantes más supinos, con su chulería por montera. Un tal Marcos Llorente, que por lo visto es una estrella del fútbol, acaba de coronarse como príncipe de la imbecilidad mundial. Más de dos millones de tarados le siguen en Instagram, donde supongo que dejan babas al aplaudir su maestría en el arte de darle patadas a un balón. El tipejo se ha ido de vacaciones a Hawaii con la sana idea de pillar un cáncer de piel. Porque niega que algo así exista, que tomar el sol a pelo en uno de los lugares del mundo más soleados conlleve sus riesgos. Y no diré yo que cubrirse el cuerpo con cremas llenas de tóxicos químicos sea lo más saludable del mundo, pero llevar la contraria a toda la comunidad científica mundial para lanzar patochadas… En fin. Si no lo hubiera visto publicado en la prensa jamás habría sabido de la existencia de este tío. Y mi vida habría sido un pelín más feliz. Así que hagamos lo que hace él. Ignorar. Se ve que es la clave del éxito.