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En ocasiones me he preguntado cómo sería ahora si fuera adolescente en esta época donde da la sensación de que todos quieren ser muy guapos, peinarse más o menos igual, tenerlo todo y tenerlo rápido. Tienen tanta prisa que se olvidan de que son adolescentes y que lo mejor es vivir el día a día sin mirar mucho más allá. Se lo cuento a usted, que es adulto, porque dudo que ninguno de estos jóvenes se haya acercado jamás a las páginas de un periódico y dudo que se acerquen en un futuro. Cuando eres adolescente te pasan cosas de adolescente y cuando eres mayor te pasan una factura tras otra. Por eso es mejor no correr mucho. En mi época de imberbe todo era mucho más sencillo. Quedabas donde siempre, con los de siempre y hacías lo mismo cada día, es decir, jugar al fútbol. Lo único que había que tener más o menos claro era saber quién traía el balón, lo demás no importaba. O importaba menos. Llegaba el domingo por la noche y veías a tu equipo en Estudio Estadio después de un nuevo capítulo de Canción triste de Hill Street. Y el lunes regresabas a la rutina con la única preocupación de que no fallara el que debía traer el balón para jugar al fútbol el tiempo del recreo. Si fallaba la semana ya empezaba mal. Eran otras prioridades y lo del peinado no importaba tanto como ahora.