Nadie duda del atrevimiento del presidente Sánchez. Tampoco de su capacidad para adaptar sus deseos a la realidad. Pero no puede pretender que las personas que razonan se sientan abducidas como les ocurre a todos los monaguillos de su coro habitual. La cosmética que ha introducido a la Ley de Regeneración Democrática para conseguir el travestismo político es de una calidad que roza la genialidad. O sea, ahora en un mismo paquete introduce una carta bomba para amordazar a los medios de comunicación no afines, al mejor estilo estalinista. Y lo adorna con un lazo de la falsa progresía habitual. Como reza la frase «No hay peor mentira que una verdad a medias». El sazonamiento de la falacia de regeneración, buena en sí misma, es el pretexto para destruir el sagrario de la democracia que es la libertad de expresión. Dentro de poco supongo que nos llamaran de Delegación de Gobierno para someternos a la censura y/o castigo si escribimos algo que pueda molestar al dictador, como en la época franquista. Increíble.
La ley mordaza cambia de nombre
Palma22/07/24 0:30
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