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La coincidencia casi generalizada sobre la necesidad de poner el freno en materia turística recuerda aquellos consensos entre hoteleros para no moverse del precio acordado de venta de la cama al turoperador, cuando los grandes operadores turísticos eran dueños y señores del mercado, como medio de defensa frente a sus presiones; apenas terminada la reunión del pacto de precios, más de uno corría al teléfono para explicar a su turoperador que se olvidara de la reunión, que se mantenía el precio previamente rebajado.

En la actual tesitura, los hoteleros culpan al alquiler turístico del exceso de visitantes; éstos, a su vez, dirigen los dardos contra los hoteleros como causantes de la masificación turística. El partido de Sánchez y su socio Més (Sumar/Podemos ya no se les espera) responsabilizan del desfase al Govern de Prohens, al tiempo que aplauden cuando el Gobierno de Sánchez exhibe los récords de visitantes como ejemplo de buena gestión, con una evidente falta de escrúpulos; el Govern y el PP atribuyen los males de la saturación a los ochos años de Govern de Francina Armengol. Los profesionales del rent a car reivindican su papel y cualquier restricción «si no va acompañada de una mayor oferta de transporte público» generaría el caos (Othman Ktiri, empresario). Probablemente sea esta una historia en la que no hay inocentes. Los primeros casos de alquiler turístico avant la lettre los encontramos en los anexos que levantaban los hoteleros, o en apartamentos o casas próximas al establecimiento, acuciados por la demanda de más plazas, mucho antes de la eclosión de la economía colaborativa (tú me dejas tu casa, yo me alojo en la tuya) que se encuentra en el origen del desorden actual. El overbooking, camas hoteleras vendidas tres y cuatro veces para las mismas fechas, era la salsa de cada temporada, un fenómeno con anécdotas y momentos descacharrantes que están por relatar. De aquellos polvos… pero ningún actor del hecho turístico está dispuesto a ceder ni un palmo, que se limiten los demás.

El Fòrum de la Societat Civil, que reúne a las asociaciones y grupos críticos que lideran las campañas anti turísticas han publicado las conclusiones de su primer congreso, entre las que destacan: convertir hoteles obsoletos en viviendas (los hoteleros lo festejarán con entusiasmo); ecotasa más cara; suprimir cualquier promoción; limitar el número de coches de alquiler y controlar el flujo de viajeros en puertos y aeropuertos. Plantean el decrecimiento puro y duro, eso sí poco a poco para evitar la pérdida de puestos de trabajo (¿la cuadratura del círculo?), frente a la tendencia a reducir determinados excesos, con el alquiler ilegal como punto de referencia, que se contempla en los sectores menos radicalizados. Las medidas del Fòrum que puedan colisionar con la libertad de empresa o la de movimiento, tal parece que es un extremo que no se ha tenido muy en cuenta.
Por su lado, el economista encargado por el Govern para coordinar a los expertos que han de aportar las propuestas para la Mesa del Turismo, Antoni Riera: «No se trata de producir más, ni de producir menos, sino de producir mejor». Ah, pues eso. El colofón, la madona de una botigueta de un pueblo del Pla: con los turistas alojados, ahora gano el triple.