Después de dos años esperando ese día el pasado sábado María
Antonia Rodríguez, la mallorquina presa en Ecuador, pudo cruzar la
vieja verja de la penitenciaría de Guayaquil, tal y como se recoge
en las dos fotografías de la derecha.
El jueves, día 18, ya sabía que Joaquín Bravo, el presidente de
la Asociación de Ayuda a los Presos Españoles en el Extranjero
(APEX), estaba a punto de conseguir su libertad y que ese momento
llegaría, con seguridad, dos días después. Las últimas horas de la
joven en el presidio fueron angustiosas: el tiempo no pasaba y
ardía en deseos de llegar a España y besar a su hija, de 10
años.
El juez Hernán Cabezas firmó la orden de libertad a las 12.00
horas del sábado y a las 12.30 firmó el documento la directora de
la prisión de Guayaquil. María Antonia pudo salir minutos después y
afuera le esperaba Bravo y la abogada Patricia Castro, del Defensor
del Pueblo. El presidente de Apex declaró ayer en Palma que está
muy satisfecho por el final de esta oscura historia, aunque anunció
que presentará una queja contra el cónsul honorario español, Pedro
Rizo, porque no colaboró con el caso de la mallorquina «y me ignoró
durante días».
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