Antes había residido en la barriada vecina de es Rafal. «Él tenía
celos y pensaba que lo iba a dejar. La verdad es que Josefa había
hablado de separarse», explicó. Los dos cónyuges se encontraban de
baja laboral y esa circunstancia aumentó la tensión familiar.
Salían poco de casa, y discutían mucho. El ordenador y la conexión
a Internet atormentaba a Gregorio, que pensaba que Josefa lo
engañaba en cada chat que entraba. La mujer, de 40 años, había
trabajado en un hotel, aunque una enfermedad le impedía actualmente
seguir desempeñando su trabajo.
«Que yo sepa mi cuñada nunca había denunciado a su marido por
malos tratos. Aún así, todos sabíamos que la relación entre ellos
era muy mala y que discutían mucho», añadió Vallejo. En es Vivero
la pareja no era todavía muy conocida porque llevaba sólo un año y
medio viviendo, en una casa adosada.
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