La situación es extremadamente grave en la región de
Muzaffarabad, donde están todavía sepultados la mayoría de las más
de 50.000 víctimas mortales, según cálculos no oficiales, causadas
por el fuerte terremoto que sacudió el norte de Pakistán el pasado
sábado.
En la capital de la Cachemira pakistaní, donde ayer por la
mañana granizaba con intensidad, el traslado de los heridos y el
reparto de agua, mantas y alimentos, así como el levantamiento de
campos de refugiados, eran las únicas preocupaciones.
Apenas había tiempo ni material suficiente para comenzar a
desenterrar a las miles de víctimas mortales, aunque algunas
personas todavía se afanaban en escarbar con las manos entre los
cascotes en busca de sus allegados.
Además, la lluvia y el granizo obligó a los pocos equipos de
rescate que pudieron llegar a este agreste área a detener sus
máquinas durante prácticamente toda la mañana.
Cuando al caer la tarde, la tormenta amainó, el hedor de los
cientos de miles de cadáveres se apoderó de una ciudad que parece
más de muertos que de vivos.
Por su parte, la OTAN acordó ayer establecer un puente aéreo
estratégico para llevar ayuda a los damnificados. La decisión fue
adoptada por el Consejo Atlántico, máximo órgano decisorio de la
Alianza, después de que Pakistán pidiera la cooperación de la OTAN
para suministrar equipos de primera necesidad.
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