Los botes de humo formaban grandes nubes, frente al fuego de los cócteles molotov. Foto: VASIL VASILEV

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PEP MATAS/GUILLEM PICÓ Pasan unos minutos de la medianoche cuando llegamos a la rotonda de Mercapalma. Hay agentes del CNP, de la Policía Local, un retén del Cos de Bombers y un vehículo de Tráfico. Los controles son muy estrictos porque flota la sospecha de que los «amotinados» del poblado están esperando que alguien les lleve combustible (para fabricar cócteles Molotov) y cohetes.

Dejando atrás la rotonda, la primera imagen que vemos es una espectacular media luna que comienza a otear por el horizonte, dando la impresión de que emerge de Son Banya. Seguimos y frente a la entrada del poblado se han colocado dos contenedores, y en la otra parte de la carretera hay una pequeña hoguera. Durante el recorrido acertamos a ver policías de la UPR perfectamente equipados, que parecen camuflarse tras las sombras.

Después nos dirigimos hacia la EMT, y unos 500 metros antes giramos a la derecha y seguimos el camino asfaltado. Nos conduce a la parte lateral del poblado. Hay unos diez policías de la UPR y varios vehículos. Allí es donde se «cuece» la rebelión de algunos de los residentes. En esta zona hay una alambrada que separa la finca del poblado de la carretera. A muy pocos metros hay una pared, que es donde se esconden los insurrectos, y desde donde lanzan los cócteles Molotov, cohetes y piedras.