El mallorquín Pedro Obrador sobre tanques T-55 soviéticos, recuerdo de la guerra reciente con Etiopía.

TW
14

«El servicio militar es obligatorio durante 18 meses, pero hay casos de jóvenes que llevan 14 años enrolados y no les dejan volver a su vida anterior. Este país es la cárcel más grande del mundo. Todo el mundo quiere huir de aquí». Pedro Obrador, aventurero mallorquín y chófer de la EMT, ha recorrido los lugares más peligrosos de los cinco continentes. Ahora, acaba de regresar de Eritrea, un país africano sumido en el caos y la desesperación tras años de guerra con Etiopía y anclado en una dictadura infernal.

La huella de la guerra es visible en cada esquina, cada calle. Hay restos de tanques soviéticos T-55, una antigualla cuyos primeros prototipos se construyeron en 1956, y paredes ametralladas. El ejército dispara indiscriminadamente contra niños o adultos, salir del país sin permiso está penado con la muerte, aunque son miles los que a diario se la juegan: «Total, no tienen nada que perder. Allí todo es miseria, no hay posibilidad de prosperar», cuenta Obrador.

Parte de la población es musulmana. En la imagen, una mujer con burka cruza la calle.

En el país conviven cristianos y musulmanes y muchas mujeres visten con el tradicional burka. Asmara, la capital, se conocía antiguamente como ‘la pequeña Roma’. Era la época en la que el dictador italiano Benito Mussolini se encaprichó de Etiopía y engulló el país. Ahora, Asmara es una ciudad fantasma, donde la pobreza y la miseria campan a sus anchas. «El Gobierno controla los pocos locales que tienen acceso a internet», explica Obrador.

«Eso no significa que no haya smartphones por las calles, al contrario. Lo que pasa es que son móviles para hacer fotos o solo llamadas locales». Las mafias locales, que secuestran con total impunidad, en ocasiones hacen llegar un móvil con internet a la familia de la víctima. Poco después envían un vídeo en el que le están torturando salvajemente y piden un rescate para soltarlo.

La población carece de recursos económicos y la pobreza es extrema.

La violencia está tan asumida en Eritrea que ya no escandaliza a nadie. Por ese motivo, Obrador y sus acompañantes toman todas las medidas de precaución necesarias. Han contratado a un guía, «un facilitador», en palabras del mallorquín, que los acompaña en los controles internos de cada región, que son muchos y peligrosos. En realidad, como suele ocurrir en todos los países con dictadura, los guías con espías del Gobierno, que controlan todos los pasos de los extranjeros e informan puntualmente al aparato del Estado.

La información siempre es poder, y en Eritrea más. «El nuestro tenía una novia latina y su ilusión era irse a vivir a Estado Unidos. Nunca me habló mal del régimen, imagino que porque se la juega».
El capital chino, como ocurre en otras partes de África, está entrando con fuerza en el país últimamente. Hay explotaciones mineras y se están cerrando acuerdos comerciales. Sin embargo, la población sigue sumida en la miseria más extrema. La economía es agrícola y prácticamente no existe la propiedad privada.

Un barco varado en el Mar Rojo, donde las temperaturas están subiendo mucho por los desastres medioambientales.

«Las penas de cárcel son tan exageradas que apenas no hay delincuencia común. Otra cosa son los insurgentes», apunta. Isaías Afewerki es el dictador eritreo, presidente de facto de su país desde 1991. Durante años la guerra con los vecinos etíopes asoló el país, y en 2018 se alcanzó un alto el fuego que fue seguido de un acuerdo de paz. Poco después estalló la guerra de Tigray y de nuevo Eritrea quedó sumida en el caos. «Las pocas personas que quisieron hablar con nosotros calificaron a su país como ‘la cárcel más grande del mundo’ y debe ser así porque muchos analistas internacionales la consideran la Corea del Norte de África. La mayoría de eritreos que quieren huir mueren abatidos en la frontera, no interesan a nadie. Nadie investiga esas muertes», detalla el chófer palmesano.

«Se calcula que unas 363.000 personas han escapado en una década, a un promedio de 5.000 por mes. Los detonantes son la pobreza extrema, la falta de derechos y libertades, las nulas perspectivas de futuro y la obligación de pasar por un servicio militar de tiempo indefinido. Esa ‘mili’ es utilizada por los caciques políticos para explotar a los soldados como mano de obra barata. O gratis», añade. Las políticas medioambientales, tan de moda en Europa, les suenan a chino a los eritreos: «En el área de Massawa, situada en el Mar Rojo, la temperatura del agua es tan alta que los peces mueren y los ves flotando a miles, por lo que los pescadores se trasladan a mar abierto buscando aguas más frías, ya que una de las bases de su economía es la pesca», manifiesta.

Pedro Obrador camina rodeado de niños entre unas vías ferroviarias.

Al tratarse de una dictadura, sólo existe un único partido reconocido por el Gobierno. Es el Frente Popular para la Justicia y la Democracia. Pura ironía, vamos. Y las elecciones, por supuesto, se han suspendido de forma indefinida. «Si la razón de visitar Eritrea es hacer negocios, es el segundo peor país del mundo para hacerlo, según el ránking de Doing Business. En cuanto a los índices de percepción de corrupción en el sector público, también es uno de los más corruptos del mundo», cuenta.

De hecho, Eritrea es la economía número 173 de 195 por volumen de PIB. El ingreso medio por habitante es de 506 euros al año. La dictadura es una de las más duras y crueles del mundo, de ahí que un tercio de los inmigrantes que se lanzan al Mediterráneo tratando de llegar a Europa en pateras procedan de Eritrea. Curiosamente, el lema del país es «Nunca arrodillarse». Al menos durante la guerra de la independencia con Etiopía lo demostraron, porque duró treinta años y nunca dejaron de combatir. Ahora, como país soberano, las cosas no han cambiado y las armas siguen fluyendo de forma clandestina, por lo que los tiroteos son habituales. Un lejano Oeste en el cuerno de África.

Un edificio de estilo colonial devastado por la guerra.

Para moverse por el país hay hoteles humildes, pero también familias que alquilan una habitación a los huéspedes. El Gobierno tiene que estar informado de todos estos movimientos, para prevenir la introducción de espías. Hay, al menos, 10.000 presos políticos encarcelados, por opinar de forma distinta a la del Gobierno, y sus condiciones de vida son espeluznantes. Al llegar al país con sus nueve compañeros, Obrador se encontró con que en el aeropuerto no esperaban tantos turistas y no tenían sellos de visados suficientes para todos. A la salida, cruzaron los dedos: nadie quería quedarse en la cárcel más grande del mundo.