Paz Sancho | Profesión: Bancaria | Principales aficiones: Literatura inglesa del s. XIX, recibir en casa e ir a conciertos | Una pasión: La ópera. | Eugenia Planas

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Entre un estanque con papiros, hojas de acanto, porche de anciana balaustrada con antiguas sillas del Borne de Palma, cerca de parterres con lentisco o acebo y de un camino que conduce hasta el bíblico Terebinto en el merendero, tomamos un aperitivo en un soleado rincón con mobiliario de jardín en hierro. La vida en Bellavista es pausada, enriquecedora. Paz Sancho, licenciada en Derecho y dedicada a la Banca durante 26 años, decidió cambiar de vida en el año 2004 y pidió el traslado a Mallorca. De madre murciana, vivía en Murcia y veraneaba en Mallorca, en la finca que su padre heredó de su tía. «Para mi padre y para mí, Mallorca era la tierra prometida y Bellavista, nuestro sueño».

Con Paz coincidimos en diversos conciertos y advertimos su pasión por el bel canto. «Mi padre nos explicaba la estructura narrativa, roles y rangos vocales y la ópera era la música de fondo en mi casa. La siento con más intensidad desde que él falleció». De voz pausada, sonrisa abierta y ademanes etéreos, Paz es una mujer moderna, de convicciones contemporáneo-liberales, que disfruta de la atmósfera del siglo XIX, de su música, literatura y estética y que nos muestra su ropa de cama en hilo bordado y sus camisones almidonados. «Me he vuelto muy hacendosa», sonríe. «He decorado el piso de abajo, antes casa de los amos, y la mitad del piso de arriba, el que fue del servicio. He restaurado todas las piezas y mobiliario y adquirido objetos de anticuario propios de las casas mallorquinas. Le he dado a algún ambiente un toque inglés que me fascina, pero si mi tía abuela resucitara, sólo le chocaría la termomix».

La casa de 1870 está rodeada de terrazas con diferentes ambientes de espectaculares vistas. En el salón de la planta baja luce el mobiliario de la época con telas de llengües en azul y blanco y antigua cerámica en los mismos tonos que proporciona sensación liviana al conjunto. El comedor de los payeses parece intacto, aunque incorpora cerámica de Alcora y juego de café de plata.

Más de cien años de historia familiar cuidados con mimo.

Las habitaciones lucen camas de época, baños redecorados, y comedor y sala en la parte superior, en lo que fue granero, que estimula los sentidos tanto como la gigante alacena con la vajilla original de la finca. Si un antiguo propietario rompió esquemas y en el lugar de galería de tres arcos, cerró parte de la terraza para ampliar el interior, aportando un diseño propio en la fachada, Paz diseña su entorno y abre acceso a la terraza inferior con respetuosa puerta de hierro y cristal.

Camas isabelinas, alfonsinas, fernandinas, destacan en una y otra habitación con escritorios y romántico diseño de interior en telas, sombrereras, cálidas luces y objetos de delicada estética. Pocas figuras religiosas lucen sobre canteranos y ausentes están lóbregos objetos antiguos. Paz aporta una selección de los más estéticos diseños del XIX. Destaca una terraza interior con mesa central hecha con pila de piedra y un antiguo lavadero repleto de plantas y un rincón para celebrar en el inmenso horno de piedra. «Hago reuniones de amigos en las que cenan, duermen y desayunan en casa. Sigo utilizando la vajilla de la Cartuja lila con hojas de parra de mi bisabuela y las sábanas antiguas».

Bellavista acoge conciertos clásicos en sus jardines románticos.

Lo dice con melancolía en su mirada. Una antigua herencia que contentó a la chica de servicio hizo que su padre compartiera Bellavista con su primo. Indivisible a la venta, la ley no protege a los románticos. Un árbol genealógico será talado y la tierra prometida de los Sancho sucumbirá a la especulación.