De esta manera, su consumo puede tener efectos saludables al regular el tránsito intestinal, reducir los niveles de colesterol y lípidos en sangre, contribuir al buen funcionamiento del sistema óseo y muscular y, además, tienen un gran poder saciante, ideal para dietas de adelgazamiento.
Las almendras, por su parte, destacan por ser fuente de nutrientes esenciales como proteínas (20%) y fibra (14,3%), además de contener una importante cantidad de ácidos grasos monoinsaturados e insaturados (53,5%), tal y como señala la Fundación Española de la Nutrición.
Por otro lado, poseen un alto contenido en vitamina E y minerales como el calcio, fósforo, magnesio, hierro, potasio y zinc. De hecho, «una ración de 25 gramos de almendras sin cáscara aporta el 18% de las ingestas diarias recomendadas de fósforo y el 42% de las recomendadas de vitamina E». No hay que olvidar que son ricas en riboflavina, tiamina, niacina y folatos, que contribuyen a la protección de nuestro organismo.
Uno de los beneficios más importantes es que contribuyen a mejorar la salud cardiovascular y protegen frente a diversas patologías. De hecho, según una investigación publicada en la revista Nutrients y recogida por el National Center for Biotechnology Information de Estados Unidos, el consumo frecuente de este alimento «se ha asociado con un riesgo reducido de diversas enfermedades, como obesidad, hipertensión, diabetes mellitus y síndrome metabólico, debido a su capacidad reductora de c-LDL».
Una dieta equilibrada tiene que incluir frutos secos como las almendras que ayudan a regular la microbiota intestinal, aportan energía y son ideales para bajar de peso.
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