Se generan muchas expectativas en las parejas. | Tumisu (Pixabay)

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Recientemente me he visto en muchas situaciones donde lo que se hace evidente es el tremendo peligro de las expectativas. Son una pura proyección de lo que pensamos que deberían ser las cosas o de los resultados que deberían tener los desenlaces. Pero poco tiene que ver con la realidad y sin embargo determinan en gran medida nuestra respuesta emocional.

Cuando nuestras expectativas se ven frustradas entonces surge la rabia, la ira, el resentimiento y sabemos que detrás de todas estas emociones comienza a cocinarse la depresión.

Llevemos el riesgo de las expectativas al plano de las relaciones. Uno de los factores más comunes que aparecen en los conflictos se debe a ellas. Expectativas con los amigos, con los compañeros del trabajo y sobre todo las expectativas que proyectamos en la pareja. Veneno puro para relación.

Para esto debemos partir de una premisa sencilla y profunda la vez: El otro no puede darte lo que no tiene, lo que no es. Vuelve por favor a leer esta frase: el otro no puede darte lo que no es.

¿Entiendes la relevancia de esto? ¿Eres consciente de las muchas veces que inviertes tu energía, tus ilusiones, tus deseos, tus conflictos,... en esperar que la otra persona te de lo que tú estas esperando?

Parece absurdo mientras lo escribo, quizá mientras lo leen también, pero es así, la mayoría de nuestras pelease son resultado de la imposición que hacemos sobre el otro de nuestra propia carencia, nuestra propia necesidad, nuestro propio universo emocional.

¿Y qué podemos hacer frente a esto? Dos cosas, la primera más difícil que la otra y sobre la que ya les he hablado algunas veces: Conocernos a nosotros mismos, porque si nos conocemos, si hacemos un verdadero ejercicio de introspección y reconocemos sin miedo las zonas menos luminosas de nuestra personalidad, entonces podremos ver que lo que exijo al otro es básicamente un asunto no reparado en mí.

Las personas que menos sufren la decepción de las expectativas son aquellas que mejor están consigo mismos, porque entonces, son conscientes que cualquier expectativa responde más a una necesidad personal que a una obligación de el otro o la otra persona. En realidad si lo piensas fríamente, es un atropello imponer o exigir a la otra persona acciones, palabras, gestos que respondan a nuestra propia condición individual emocional.

El segundo gran antídoto es la capacidad que tengamos de permanecer neutrales o serenos frente a lo que la realidad es. Esto exige un grado mínimo de capacidad de observación, de tolerancia, de simplemente observar al otro tal como es. Entonces, puede gustarte o no y en ti está decidir si quieres permanecer en ese vínculo o no, pero crear conflictos por esperar que el otro sea lo que nos es, es quijotesco.

No imaginan la cantidad de tiempo y energía que se invierte, los conflictos y las decisiones que se toman a raíz de esas expectativas y la ira, la rabia, el coraje y la tristeza que desencadenan.

Esta semana te invito a hacer el profundo y sencillo acto de observar quién es el otro, cómo es realmente esta situación en la que estoy inmersa y cómo y por qué me siento de esta manera.

Te garantizo que casi siempre tiene que ver con nosotros mismos y que en la medida que desarrolles la mente neutral frente a lo que sucede a tu alrededor, podrás mirar con serenidad la naturaleza de aquellos que te rodean. Es entonces cuando nace el espacio para el amor verdadero, cuando vencemos el drama y podemos quedarnos con la realidad tal cual es.