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Vamos a imaginarnos que podríamos acercarnos a una nueva edad de oro, apoyándonos en las tesis de Carlota Pérez, eminente economista especializada en estudios sobre innovación, que ha analizado suficientemente las crisis para ordenar sus problemas.

Se constata un período difícil. La pandemia, una guerra en Europa y catástrofes climáticas cada vez más graves, las cuales golpean a las sociedades occidentales, socavadas por las desigualdades y el populismo. Sin embargo, Carlota Pérez aplica también otro prisma. Su especialidad en innovación y revoluciones industriales.

En su modelo de análisis, conjuga los grandes ciclos económicos de Kondratiev con la teoría de la destrucción creativa de Schumpeter. Esto le ha permitido identificar cinco grandes revoluciones industriales desde 1771 y constatar que siguen el mismo esquema. De entrada, cuando llega una nueva tecnología que crea caos e insatisfacción, ésta termina formando una burbuja financiera seguida tal vez por varios cracks para poner fin a esta primera fase. A continuación, le sigue un período de recesión e inestabilidad y a veces guerra. Después los estados terminan por intervenir para poner orden y se abre un período de madurez donde los beneficios de la nueva tecnología, que empieza a sistematizarse, se reparten más equitativamente.

Con lo dicho anteriormente se han identificado cinco revoluciones industriales en la historia reciente. La primera revolución industrial a partir de 1771 en la que se implantan los telares mecánicos y se abre el canal de Panamá; la segunda a partir de la última media parte de 1829 con la llegada de los ferrocarriles; la tercera desde 1875, que nos llevará la primera mundialización con el acero y sobre todo la electricidad; la cuarta a partir de 1908 con el fordismo, las cadenas de montaje, la producción en masa y el automóvil, y finalmente la última, que comienza en 1971 con la invención del microprocesador.

Nosotros viviríamos ahora en medio de esta quinta revolución aproximándonos a la edad de oro de la cuarta revolución, pero sobre todo al inicio de una nueva fase de destrucción creativa, excepcionalmente lenta al principio, y la creación de la estructura de potenciación de internet con unas finanzas desenfrenadas. Después de varias burbujas y cracks, a punto de entrar, según Carlota Pérez, en la última fase de la recesión y arrastrando varios síntomas comentados en la conferencia de junio en París: el 1% de los más ricos de los Estados Unidos ganan el 25%; hay demasiados monopolios. La economía languidece, aumenta la xenofobia y las presiones políticas y sociales, principalmente populistas, cuestionan el sistema. Hay sobre todo una inflación amenazante. En los años setenta se había respondido a los dos choques petrolíferos con una palabra de orden: «menos estado». Esta vez ha sido la inversa; hay tanto que hacer con el cambio climático que se suplica a los estados que se comprometan.

«Si el dinero va a los NFT o al metaverso no entraremos en la edad de oro sino en la posibilidad de una nueva burbuja». Si las inversiones van a las tecnologías de la información y a las biotech, al servicio de la agricultura, energía, construcción, materiales verdes, salud o la alimentación, se entrará en una fase de crecimiento especialmente más sólida, con el soporte de los gastos del mismo nivel que los que se aportaron para la reconstrucción, después de la segunda guerra mundial.