El yate HCH-X, intervenido por Vigilancia Aduanera, en el Port de Palma. | M. À. Cañellas

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Los ocupantes del yate HCH-X, interceptado con 300 kilos de cocaína en aguas de Balears, guardaron silencio ante el juez de Instrucción número 7 de Palma. Todos menos uno, el alemán Erik M. El último de los cinco detenidos en pasar a disposición judicial, casi a las once de la noche del martes pasado, decidió defenderse.

El hombre manifestó que trabajaba como cocinero de la tripulación y se desmarcó de la presunta banda de narcotraficantes. «Me contrataron como cocinero, no sé nada de los 300 kilos de cocaína», dijo.

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Silencio

Erik M. fue el único que habló. Los holandeses Angelo K., Michael R., Robert G. y Robbie G., asistidos por abogadas en el turno de oficio, se acogieron a su derecho a no declarar. No quisieron dar explicaciones de la procedencia de los 336 kilos de cocaína incautada por los agentes de Vigilancia Aduanera.

Desde fuera, el HCH-X, de 28 metros de eslora, parece un viejo cascarón de hierro. Pero en su interior no falta ningún detalle. «Es algo barroco, pero dentro hay equipos muy buenos, incluso un jacuzzi en el camarote del dueño», explicó uno de los investigadores. El propietario es Robert G., holandés de 54 años, embarcado junto a su hijo Robbie en el HCH-X.